Concierto de Triángulo de Amor Bizarro en Barcelona, Sala Apolo (29/10/2015)

Cuando Triángulo de Amor Bizarro lanzó su tercer disco (Victoria Mística, Mushroom Pillow, 2013), algunos medios especializados se hartaron de recalcar que estaban ante las canciones más pop de su trayectoria¹. Nada más lejos. Triángulo de Amor Bizarro cada vez se adentra más en el ruido, en las capas de distorsión y en las transiciones noise a un volumen descabellado².

El concierto de Apolo es una fecha en tierra de nadie³, alejado de la gira promocional de Victoria Mística y en plena postproducción del nuevo disco, Salve Discordia⁴, que se espera para principios de 2016. Por ello, el setlist se basó en las canciones más redondas de sus tres discos, si acaso con un mayor protagonismo del último. Éste, además, aporta su sonido a todas las demás canciones, cada vez más sucias y enmarañadas. Esto en un público en que no todos eran seguidores de la banda, dio lugar a miradas de extrañeza o sorpresa cuando el ruidismo y el caos tomaban el escenario por completo. Eso sí, los fans lo disfrutaron al máximo, muchos de ellos entregados a los ya habituales pogos.

Los mejores momentos del concierto se dieron con los mayores aciertos de Victoria Mística (especialmente Lo hispano marcha-La banca paga y Delirio Místico) y los intercambios de melodías vocales entre Rodrigo Caamaño e Isa Cea. También apareció una nueva canción, en una línea similar a los últimos singles, de la que emergía entre la distorsión algo así como «Europa es una zorra» en voz de Caamaño.

Se notó en ocasiones que la cabeza de la banda está más en el estudio, en las nuevas canciones, que en los conciertos; algún olvido de la letra, cambio de orden de estrofas, voces no del todo pulidas. Sin embargo, es muy difícil ver un mal concierto de Triángulo de Amor Bizarro y mantuvo un buen nivel que deja con ganas del nuevo disco. También deja con un cierto dolor de oídos marca de la casa, pero cuando prende la chispa entre los cuatro, el de Triángulo es un fuego arrebatador en el que merece la pena quedarse.