Ha pasado un cierto tiempo desde el concierto de Soledad Vélez en la Sala Sidecar. La distancia no ha logrado borrar algunas imágenes y sensaciones de aquella noche, por lo que una tardía crónica parece pertinente.
Uno de los primeros puntos a destacar fue el sonido: en otras ocasiones, al escribir sobre conciertos en Sidecar1, el tema estrella ha sido la avalancha de problemas técnicos, acoples y ruidos externos2. En el caso de Soledad Vélez y los dos excelentes músicos de su banda, fueron una apisonadora que hizo temblar este sótano de plaça Reial en el mejor de los sentidos posibles3.
Con un sonido a veces más perfecto y envolvente que en los propios discos de estudio, la voz de Soledad Vélez brilló todo lo que ella quiso. Sus canciones son más que eso, pero es innegable que la forma de interpretarlas y su registro entre lo oscuro y lo emocional es lo que termina de hacerlas vibrar. Fue evidente a lo largo de todo el concierto que, como cantante, nos hechizó a todos.
El repertorio, al tratarse de la gira de presentación de Dance and Hunt (Subterfuge Records, 2016), estuvo centrado especialmente en este último disco. Por ello, Soledad Vélez pasó buena parte del concierto tras los teclados, recreando los ambientes electrónicos que ha trasladado a su folk inicial. Sin embargo, también hubo espacio para canciones de anteriores discos y para su faceta de guitarrista. No hubo choque ni entre los estilos ni entre ambas vertientes: la música fluyó con naturalidad en un repertorio muy bien medido y Soledad Vélez pareció muy cómoda en todos los casos.
Escondida tras el flequillo -y el ya mencionado teclado- durante la primera parte del concierto y con una actitud en el escenario que, en mi caso, me recordó a Faris Badwan (The Horrors), Soledad Vélez conectó con el público simplemente a través de su música. Sin embargo, uno de los grandes momentos de la noche fue cuando decidió que se estaba equivocando al comenzar una canción. Paró la música y aprovechó para contar una anécdota de un concierto anterior precisamente con el mismo tema; es mejor no explicarla, si alguna vez decide volver a lanzarse y contarla en otro concierto, lo disfrutaréis. Ella destacó que no le gusta hablar con el público porque siempre la lía, pero lo cierto es que sacando su carácter ganó, al menos, un fan.
Roto definitivamente el hielo en lo que a barrera escenario-público se refiere, llegó el punto álgido del concierto. Tenía que ser con Jeanette, evidencia del gran cambio en su trayectoria y su interpretación fue memorable. Soledad Vélez bajó a la pista con su micrófono y se marcó un baile enfermizo acorde a la naturaleza de la canción. Entre los asistentes y sin perder una nota. Cinco minutos que valen y resumen un concierto entero.
Todos terminamos de constatar en ese momento que estábamos ante una música especial, que compone desde lo más personal pero que es capaz de transmitirnos sus mismas emociones. Esa imagen lo capturó y ha quedado bien grabada en la memoria musical de los que estuvimos allí. Sólo por eso merece la pena escribir, siento que sea tarde, una y mil veces sobre Soledad Vélez y su concierto en Sidecar.
*Muchas gracias a Juncal Cámara por lanzarse a tirar fotos en una sala siempre complicada 🙂
- El más reciente, el desastre de Peter Doherty. ↩
- Sin olvidar, el superior pero lleno de problemas de un profesional Bill Ryder-Jones. ↩
- Eso sí, la puerta del backstage sigue chirriando que da gusto y es una verdadera lástima, porque se cuela a través de los micrófonos. ↩